(1923-2005)
La historia del cine está llena de parodias a personajes reales, a novelas, cuentos y otros, incluso a otras películas, donde lo serio, lo terrible, lo solemne o lo ordenado, sufre transformaciones que nos llevan a la sonrisa o a la carcajada…aunque también hay casos de malas imitaciones de la realidad o de la fantasía, lo que las hace burdas y grotescas, siendo de poca o nula gracia.
Ahora, si hablamos de Don Adams, es difícil que nuestra primera asociación no sea con este “James Bond” y/o “Agente de Cipol” que no se caracteriza por su talento, astucia, atractivo para el sexo opuesto y otras “virtudes”, pero que suple todo con su derroche de amor por su trabajo, por la agente 99, por el Jefe y por cada uno de los personajes, incluso por los que están en contra, como los agentes de KAOS, representados en Sigfried.
Maxwell Smart, el querido Super Agente 86 (Get Smart), “el temible operario del recontraespionaje”, nos ha hecho reir desde niños, soñando con tener un zapatófono (sin saber que tendríamos celulares…), soñando con cruzar cada una de las puertas y bajar por la cabina telefónica hasta la oficina de CONTROL, para encontrarnos con el Jefe, la 99, con Larabee el secretario, el agente que se disfrazaba de cualquier cosa, con Jaime el robot, el profesor que diseñaba los artículos para espías y el siempre memorable e inútil “cono del silencio”.
Una parodia genial entre otras cosas, de la guerra fría, que llevaron adelante Mel Brooks y Buck Henry, en un tiempo de grandes clásicos de la televisión, que sigue repitiéndose a lo largo del tiempo y haciendo que padres e hijos, incluso nietos, puedan compartir de estos momentos de humor disfrazado de simpleza, pero que encubrían una ironía fina, que hacía “cálida” la guerra que se libraba en ese entonces, porque permitía reír de los absurdos en que vivíamos como humanidad, cosa que se repite a lo largo de la historia, pero en diferentes formas.
Como no recordar frases como:
"¿me creería si le digo que…?"
“…El viejo truco de…”
“…mi tía de Acapulco…”
"Te dije que no me lo dijeras",
Simplemente, quería recordar, no con nostalgia de “tiempos pasados mejores”, sino para no olvidar que con el humor (no solamente…) podemos pasar las cosas más difíciles y seguir adelante y que para comunicarnos con los demás que no se nos vaya a ocurrir usar “conos del silencios” pues ni siquiera quien está a nuestro lado escuchará lo que hemos dicho ni menos escucharemos lo que tienen que decirnos.
La única meta de la vida de Don Adams fue: ”hacer reir al público”. Él lo logró,
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