
Tengo una lista de películas que he visto una y otra vez, entre ellas, se encuentra, una de similares características a ésta, llamada “Las aventuras del Barón de Münchausen”, que toma su nombre de una serie de relatos, recopilados sobre las increíbles historias de guerra que contaba Karl Friedrich Hyeronimus (el verdadero barón). Si tienen la oportunidad de verla, háganlo, porque aparte de encontrar una serie de artistas de renombre, será el encuentro con una historia de sueños que luchan por convertirse en realidad, la dirige Terry Gilliam. (Quien fuera parte del famoso grupo de los Monty Pithon, un grupo genial de humoristas a veces demasiado irreverentes… que entre otras cosas tienen tienen algo que ver con el concepto que conocemos como spam.)


Aunque no quiero caer en lugares comunes, seguramente habrán escuchado decir o lo vivieron, que nuestro padre y/o madre, suelen ser nuestros héroes cuando somos pequeños, que creemos todo aquello que nos cuentan y confiamos en sus sabias decisiones y quisiéramos imitarles en todo. Esta película nos muestra a un padre que parece vivir en el surrealismo, en un estado onírico, que no diferencia entre el mito y la realidad. La tarea de descubrir el mundo en que vivimos y como enfrentarlo, es la de todos, la tuya, la mía, la de Will como hijo y la del propio Edward al enfrentarse a la muerte.

Debo decir que he aprendido mucho de mis padres, agradezco su amor, la educación que me dieron, su preocupación, su apoyo y sus retos…, por querer brindar lo mejor para sus hijos. Quizá dejaron de ser héroes en el sentido clásico, pero hoy, no son tampoco villanos, sino que sólo mis padres, a quienes quiero mucho, con sus virtudes y defectos, porque aprendí de verdades y cuentos, “de pequeños momentos de alegría, que equilibran los grandes momentos de dolor”, del esfuerzo por salir adelante, de muchas cartas, de viejas y nuevas oportunidades, de anhelos y frustraciones, en fin, de la vida. Doy gracias a Dios porque puedo compartir con ellos, porque creo que los grandes sueños pueden llegar a ser una gran realidad, porque los ojos de la Fe, no son ciegos, sino que alcanzan a ver lo que nuestros propios ojos no ven. Mi sueño y oración es que ellos vean lo que he visto, veo y veré, porque esa Realidad no acabará nunca.
“Es pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
Hebreos 11:1
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